vixen
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| Tema: Sin correa, sin bozal, sin collar... pero llena de billetes. Vie Mayo 04, 2007 9:28 am | |
| Me llamó Zazir, porque mi dueño, Mauricio, o Mao, como le dice todo el mundo, lo leyó un día en un cómic y le quedó gustando. Tengo tres años y medio, peso más o menos 70 libras, y todas las mañanas, bien temprano, salgo a caminar, a correr, a andar por ahí, por las calles de la ciudad que huelen a orines, a caca, a humano.
Ayer, por ejemplo, caminamos la ciudad laberíntica, esa dónde uno se pierde y en donde cada cual busca su espacio. La caminamos durante un buen rato, unas dos o más horas. Usted entienda que no soy muy bueno para medir el tiempo, eso sí, sé cuando es de noche y cuando es de día, la ciudad huele distinto. De día huele a gente, a murmullo, a pasadizo; de noche, en cambio, huele a oscuridad, a luz tenue a sacrificio.
Hace un par de semanas, a mediados de enero, por ejemplo, la noche me olió a yodo, a curación, a dolor, pero a la vez a victoria. Fue una noche más en la que Mauricio decidió llevarme a las peleas. Al principio él sólo me contaba que había estado y que había apostado cien mil pesos por uno parecido a mí, uno que le pareció especial porque le recordaba a su Zazir. Pero luego, un día, así, sin más, me dijo que hoy ibamos a entrenar y que hoy era mi turno.
Yo siempre supe que los miembros de mi familia, la de los "pit bullls", desde los siglos XVIII y XIX estaban presentes en los "bull baiting" o las peleas de perros contra toros. Ese era el pan nuestro de cada día. También alguna vez me dijeron que antes éramos necesarios para capturar presas y que éramos amaestrados por los carniceros y los granjeros para dominar y controlar ganados ingobernables, pero lo que nunca nadie me había dicho es que podíamos pelear entre nosotros, como un pareja de humanos que descubren la infidelidad en su casa y se agarrán a mordiscos, a almohadazos, a dolores.
Pero ya ven, uno no sabe para quién trabaja. Pudo más el deseo de la plata, de los 500 mil pesos en la primera pelea, el millón en la segunda y hasta los dos millones en la tercera, que todo el cariño que Mauricio me había demostrado. Aunque yo creo que esto es otra forma de cariño. Yo siempre me había visto las orejas pequeñas, pero no me acordaba muy bien de cuando me las habían cortado. Entonces, me dijeron que era para evitar que me las arrancaran y que era mejor para evitar que cuando me atacaran la cabeza fuera débil. Tampoco sabía porque me pellizcaban mis guevas y porque me atacaban mis propios familiares.
Pero después de la primer pelea, hace ya como un año cerca a Chía, cuando me soltaron contra Basser, o como se llamara ese otro pitbull, entendí que si no mordía, que si no peleaba, que si no trituraba con mi dientes, el que escribiría estas historias sería otro distinto a mí y que yo no le hubiera sido fiel a mi amo.
Por eso, ataqué cuando me atacaron, por eso mordí con fortaleza y recibí el abrazo festivo de Mauricio y de un médico veterinario amigo de él, que después me trato con cuidado. Esa fue una pelea fácil, rápida. Basser, o como se llamara, también debutaba esa noche y si no es porque su dueño, casi entristecido paró la pelea, con seguridad le hubiera pasado algo más, pero en el fondo cuando uno es primiparo casi que es costumbre el perdonarle la vida.
Tengo que confesarlo, sentí miedo y temor, y eso que la pelea duró poco menos de de diez minutos. Yo la verdad, no supe porque asistimos a altas horas de la noche, porque el ring improvisado me detenía y no permitía huir, porque la gente me gritaba o me insultaba, no entendí nada porque de un momento a otro, y después de la pelea, salimos para nunca más volver a ese sitio, pero si a otro parecido con un ring que creo era casi igual. Un ring delimitado casi que por la misma naturaleza.
La verdad ese día entendí que no sólo era el mejor amigo del hombre, el mejor amigo de Mauricio, sino también una buena fuente de ingresos para él, no me quejo. Los mordiscos y las heridas uno las aprende a controlar, aunque duelen, la comida durante la semana es buena y cuando gano es mejor la comida y el trato durante lo siguientes días, aunque es cierto que el día de pelea, el día D, el trato que me da Mauricio no es el mejor. La correa que me ponen es muy gruesa, la comida ese día es casi nula, y él también se vuelve animal.
Mauricio estudia en una buena universidad de Bogotá, me habla mucho y me cuenta muchas cosas de él, aunque en realidad es muy solitario y le gusta permanecer en el anonimato. De las peleas no habla con la gente. A lo mejor él también sabe de una ley que existe, (la 84 de 1989, artículo 6 ) en la que se habla de castigar la crueldad para con los animales. En la que se dice, palabras más o menos, que está prohibido usar animales vivos para actos públicos o privados tales como enfrentarlos con otros animales. Yo creo que él lo sabe, por eso no le gusta que la gente se acerque a mí o a él y le pregunte por las peleas, por los mordiscos, por las heridas de guerra que tengo, o por el pelo corto que él y yo llevamos.
Recuerdo que una vez que un periodista vino a preguntarle, él dijo, "zazir, vamos". Yo, al principio, quería quedarme y oir un poco, pero él no me dejó, así que más bien ladré fuerte y apreté mis mandíbulas para que entendiera que yo estoy con él y no con nadie más. Ahora creo entenderlo un poco.
Me dice la gente que habla con él, miembros de la misma secta, que muchos de mis amigos o de mis familiares están en el zoonosis, o el centro de la Socidedad Protectora de Animales, a donde son llevados cuando los encuentran en una pelea. Como le pasó a Arena, el perro de Óscar, otro amigo de Mao. Claro que eso fue después de haberlo llevado a una estación de policía y de revisar los antecedentes. Imagínense, uno como perro con antecedentes. Me dicen también que allí puedes ir una o dos veces cómo máximo...en fin, yo no sé.
Lo cierto, es que cada vez conozco más gente y más familiares. Los Fila brasileros, por ejemplo, o los Rotwailler, son como hermanos de padres separados. Nos vemos poco, pero cada vez más a menudo, aunque para ser sinceros yo ya no sé si quisiera verlos. Las últimas peleas me han dejado muy herido y, según me dijeron, casi tuve "mordeduras con desgarramientos profundos".
Yo sé, mi vida parece de película, parece sacada de una parte de Amores Perros, pero es tan real como que ahora viene Mauricio y no le va a gustar nada verme aquí adolorido y quejándome. Yo sé que él me quiere, pero me gustaría que ese amor doliera menos. Y más, cuando sabemos que no pueden pasar más de cuatro meses sin que peleemos de nuevo. Por ahora, será seguir entrenando, seguir huyéndole a la policía y a los otros enemigos, hasta que encontremos por fin el billete que asegure la supervivencia o hasta que yo encuentre un rival que me gane. Por ahora, sigo siendo "Zazir el invencible", el pitbull de tres años y medio lleno de coraje y dolor.
Lo raro es que yo pensé que no teníamos conciencia, pero la realidad me ha demostrado que yo no he olvidado a Basser, y que esa fue su primera pelea y a lo mejor la última, en realidad no le he vuelto a ver...
A veces pienso que ojalá yo sólo fuera el Zazir del cómic que leyó un día Mauricio, el perro que compró con la plata de un cumpleaños a Toño, otro de sus amigos. OjalÁ todo fuera como antes, las caminatas diarias por la ciudad olorosa, los paseos tristes de domingo, la ciudad recorrida de noche, la casa, el sillón, el hogar, pero ya lo sé, soy apenas un perro más, un perro que lleva una vida acorde a la que merece, una vida de perros, sin correa, sin bozal, sin collar... pero llena de billetes... | |
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